Desde unos años antes, Talleres, por la visión de su presidente, señor Lainatti y los dirigentes que lo acompañaban en su gestión, había adquirido dos manzanas de terreno en el lugar que actualmente ocupa, en las calles Rosales y Timote. Talleres no tenía entonces dinero, pero si muchas esperanzas y especialmente mucha fe en el porvenir. Pagó por esas dos manzanas, 90.000 pesos, en cómodas cuotas anuales, según rezaba el contrato con la firma vendedora. Y terminó de pagarlo en 1937.
¿Cuánto valen ahora esos terrenos?
Allí se han instalado las tribunas con capacidad para muchos miles de espectadores, la pileta de natación, orgullo el club y de la población. Y todo hecho a pulmón, sin ninguna ayuda oficial….También tiene en el terreno del estadio una pista de atletismo, canchas de bochas, de básquetbol, pistas para patinaje y bailes y otras dependencias no menos importantes.
De sus filas surgieron grandes valores de nuestro fútbol, que luego pasaron a otras entidades, en las que tuvieron destacadísima actuación. Hagamos algunos nombres: Bosio a River Plate, Wilson, Angeletti y Alfredo González, el carioca a Boca Juniors (Alfredo González es actualmente director técnico del equipo brasileño Juventud) Titonell y Gazzaneo a Huracán; Lorenzo y Rojas a San Lorenzo; Lamanna a Independiente; Troncoso a Boca y muchos más.
La casilla de Talleres estuvo en la segunda cancha y cuando se decidió el translado del campo, también se llevó la vieja casillita, donde se vestían los jugadores y vivía el canchero, Pablo Comelli. Se colocó sobre rodillos y se avanzó una cuadra por día…También las palomas fieles a Talleres, a Comelli, o a…sus nidos, fueron con ella.
En 1941, cuando el progreso barrió con los recuerdos, aquella casillita fue desecha –dice Don Pablo- y a mí me costo lágrimas; ¡había vivido allí la mitad de mi vida! Y uno de esos “fanfas” que nunca faltan cuando la estaba desarmando dijo: “¡Por fin sacamos esta mugre!”.
¿Hasta donde lo corrió?
El día antes Comelli le había hecho sacar fotografías. Pero el aficionado calculo mal ¡y las fotos se velaron! Cuando ya habían comenzado a deshacerla, Comelli se entero del percance y llamó a un fotógrafo profesional del barrio, para guardar un recuerdo permanente. Vázquez fue, hizo una linda ampliación y la puso en la vidriera de su negocio para que Comelli la retirara. Pero al precio de 15 pesos, muy difíciles de reunir….y así quedo la foto durante cuatro años, hasta que un día algunos amigos se enteraron del problema, la pagaron y se la regalaron a Comelli…
En 1907, los muchachos de Talleres fueron invitados a jugar un partido en Maipú. Entusiasmo general, pero pobreza franciscana. Se hizo una rifa para los gastos de tren. ¡Pero luego se comprobó que no todos disponían de la ropa adecuada para una visita! Entonces aquellos que trabajaban y disponían de un saco o un pantalón de repuesto pusieron las sencillas prendas en poder de los restantes. Y así hicieron el viaje, naturalmente en segunda. Pero en el momento de llegar a Maipú, para impresionar, se pasaron al coche de primera. Allá lo esperaban con la banda de música en la estación –rigurosamente cierto- y con el entusiasmo del partido los llevaron directamente hasta la cancha, olvidándose del almuerzo…
Los muchachos de Talleres eran chiquitos, menudos, pero hábiles. Y los de Maipú grandes, fornidos, bigotudos y con los pantalones debajo de las rodillas. Primera sorpresa. Y la segunda fue que, con cada gol que se marcaba, sonaba estrepitosamente una bomba. En un momento del partido, Argerich, extrañado de tantos estampidos, le dijo a Comelli:
-Che Pablo, ¿Que son esas bombas?-
-¿No te has dado cuenta? ¡Cada gol que se hace en el partido tiran una!
¡Ah! Bueno, les vamos a hacer tirar más bombas que en la batalla de Waterloo…
Ganó Talleres 5 a 1…
¿Cuánto valen ahora esos terrenos?
Allí se han instalado las tribunas con capacidad para muchos miles de espectadores, la pileta de natación, orgullo el club y de la población. Y todo hecho a pulmón, sin ninguna ayuda oficial….También tiene en el terreno del estadio una pista de atletismo, canchas de bochas, de básquetbol, pistas para patinaje y bailes y otras dependencias no menos importantes.
De sus filas surgieron grandes valores de nuestro fútbol, que luego pasaron a otras entidades, en las que tuvieron destacadísima actuación. Hagamos algunos nombres: Bosio a River Plate, Wilson, Angeletti y Alfredo González, el carioca a Boca Juniors (Alfredo González es actualmente director técnico del equipo brasileño Juventud) Titonell y Gazzaneo a Huracán; Lorenzo y Rojas a San Lorenzo; Lamanna a Independiente; Troncoso a Boca y muchos más.
La casilla de Talleres estuvo en la segunda cancha y cuando se decidió el translado del campo, también se llevó la vieja casillita, donde se vestían los jugadores y vivía el canchero, Pablo Comelli. Se colocó sobre rodillos y se avanzó una cuadra por día…También las palomas fieles a Talleres, a Comelli, o a…sus nidos, fueron con ella.
En 1941, cuando el progreso barrió con los recuerdos, aquella casillita fue desecha –dice Don Pablo- y a mí me costo lágrimas; ¡había vivido allí la mitad de mi vida! Y uno de esos “fanfas” que nunca faltan cuando la estaba desarmando dijo: “¡Por fin sacamos esta mugre!”.
¿Hasta donde lo corrió?
El día antes Comelli le había hecho sacar fotografías. Pero el aficionado calculo mal ¡y las fotos se velaron! Cuando ya habían comenzado a deshacerla, Comelli se entero del percance y llamó a un fotógrafo profesional del barrio, para guardar un recuerdo permanente. Vázquez fue, hizo una linda ampliación y la puso en la vidriera de su negocio para que Comelli la retirara. Pero al precio de 15 pesos, muy difíciles de reunir….y así quedo la foto durante cuatro años, hasta que un día algunos amigos se enteraron del problema, la pagaron y se la regalaron a Comelli…
En 1907, los muchachos de Talleres fueron invitados a jugar un partido en Maipú. Entusiasmo general, pero pobreza franciscana. Se hizo una rifa para los gastos de tren. ¡Pero luego se comprobó que no todos disponían de la ropa adecuada para una visita! Entonces aquellos que trabajaban y disponían de un saco o un pantalón de repuesto pusieron las sencillas prendas en poder de los restantes. Y así hicieron el viaje, naturalmente en segunda. Pero en el momento de llegar a Maipú, para impresionar, se pasaron al coche de primera. Allá lo esperaban con la banda de música en la estación –rigurosamente cierto- y con el entusiasmo del partido los llevaron directamente hasta la cancha, olvidándose del almuerzo…
Los muchachos de Talleres eran chiquitos, menudos, pero hábiles. Y los de Maipú grandes, fornidos, bigotudos y con los pantalones debajo de las rodillas. Primera sorpresa. Y la segunda fue que, con cada gol que se marcaba, sonaba estrepitosamente una bomba. En un momento del partido, Argerich, extrañado de tantos estampidos, le dijo a Comelli:
-Che Pablo, ¿Que son esas bombas?-
-¿No te has dado cuenta? ¡Cada gol que se hace en el partido tiran una!
¡Ah! Bueno, les vamos a hacer tirar más bombas que en la batalla de Waterloo…
Ganó Talleres 5 a 1…
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