martes, 12 de febrero de 2008

Ángel Bosio



Escenario: Parque Central de Montevideo. Se enfrentan los seleccionados argentino y uruguayo, en partido que terminó igualado en dos tantos. Allí se produce la gran atajada de Angel Bosio. Es Sacco el que penetra en el área, el que tira con violencia desde ocho metros al ángulo izquierdo superior. Bosio salta como impulsado por un resorte, vuela y la descuelga.

Con ella cae planeando y queda ante el fotógrafo Garabito, de “El Gráfico”: “¿La sacaste?”, alcanza a preguntarle bajo la ovación de todo el estadio. Obtiene por respuesta un gesto afirmativo. Bosio envía la pelota hacia adelante y, al retornar a la valla, le confiesa a Garabito: “Es la mejor atajada de mi vida”.


En sus felices días de Talleres, en sus muchos internacionales, lo hemos visto por diferentes canchas, en estupendas intervenciones. Acaso aquella, “la mejor”, pasará a ser una de las mejores. Una más entre las muchas. Porque muchas fueron.


De niño había jugado por Talleres, luego de actuar en la 5ª del América. Fue un ascenso cuando se integró la cuarta. En su debut le marcaron siete goles. Angelito tenía quince años y no pudo resistir el fracaso y los comentarios de “no sirve para nada”. Fue a Progresista. Cinco partidos y ¡a primera! Un sueño realizado y un primer viaje: a Santiago del Estero con un combinado en el que también formaba López, de Banfield, a quien siendo Bosio un pibe le llevara la valija para que lo hiciera entrar. Después, dos años en Argentinos del Sud, en días de cisma. Allí, en una temporada en que le ejecutaron doce penales, atajó ocho.


Después volvió a Talleres. Allí fue su consagración. Su elección para el seleccionado no se discutió. El fúbol capitalino estaba ya unido. Angel Bosio era el mejor golero. Y quiso la suerte que lo viéramos en Montevideo en su debut como internacional. Omar y Recanattini estaban preocupados. Cuidaban que no fuera muy empleado, pero cuando llegó un tiro esquinado de Arremond y Bosio lo contuvo en salto prodigioso, los zagueros se despreocuparon. Sus espaldas estaban bien cuidadas...
(CONTINUARÁ)

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