A veces la historia nos previene de posibles resultados; cuando tenés presente lo que pasó, el propio peso de la experiencia te pone sobre aviso. Pensábamos en el equipo de Zárate, y no recordábamos victoria alguna: ni siquiera un empate. Triste realidad teníamos enfrente. Y además de todo, pocas veces nos ha acompañado la fortuna. Casi nunca la tuvimos de lado. Pero…
Pero la historia la escriben los que ganan...
“La última vez que nos ganaron acá, salieron campeones”. Con la seguridad propia de un erudito, un cronista local emitió semejante afirmación ante la certeza de que no éramos locales. Claro, percibió que cumplíamos nuestra labor periodística siguiendo al equipo del sur y –conscientes de la racha histórica negativa- no habíamos reparado en ese detalle. Digo, detalle, no es sólo una afirmación marcada al pasar, sino que tuvo el peso de una revelación. Aunque quizás tambien nos estamos apurando un poco. Pero bueno ¡dejennos disfrutar este momento!. Líneas arriba afirmamos “la historia la escriben los que ganan”. Esta vez iba a ser diferente.
Llegamos a la plácida ciudad de Zárate. Horario de siesta, poco movimiento en una ciudad a la que adivinamos con espíritu de pueblo. Un viejo bar (desde 1906 decía en la entrada) nos recibe de la mejor manera, y ya el año de su fundación nos cae simpático. Las milanesas con papas fritas duran minutos en nuestra mesa, y partimos raudos hacia el campo de juego local.
Llegamos a la entrada reservada a los visitantes, y demoran en atendernos. Entonces se acerca un señor, y nos pregunta si éramos de Talleres. Por supuesto. Conversamos brevemente, y nos cuenta que vino a saludar al negro D’ ángelo. Que jugó con él en Talleres. ¿ Como te llamás?. Cuadra, responde, a secas. ¿Vos sos Walter Cuadra? Sí, vivo acá en Zárate. Desaparece prontamente, y la amabilidad de nuestro interlocutor, se transforma en descortesía del personal policial. Nos obligan a rodear el estadio, pasando delante de la parcialidad local para acreditarnos como hombres de prensa.
Pero antes de nuestra partida, y por una ventanilla pequeña alcanzamos a ver al viejo verdugo del Chavo Lema, definir con comodidad, sólo y frente a Saranzotti. El grito de gol cae como una maldición. Otra vez. La historia se repite: pensamos como hinchas de Talleres “¿Quién carajo nos mandó a venir a esta cancha?”. Terminamos de maldecir y nos dirigimos a nuestro sector asignado. Ingresamos prontamente luego de que nos acreditan, y vemos un Talleres bien parado. Lo vemos a Gustavo Farías, el fotógrafo del Dpto de Prensa, dirigirse hacia adonde ataca el albirrojo, y escuchamos como los hinchas locales se acuerdan de su mamá.
A través del transcurso de las fechas, percibimos que no es un equipo de marca el team de Escalada, sino que tiene una propuesta de más dinamismo desde el medio: Trento y Javier Pérez, son hombres que no están entrenados para la recuperación, sino que buscan la pelota y distribuirla de la mejor manera posible. Es decir, no tienen las características de Pagliere. El rubio volante central es una ausencia notoria en el once albirrojo y su presencia es necesaria, ya que equilibra la relación de fuerzas en el mediocampo, ahí donde se comienzan a ganar los partidos.
Pero Talleres tiene a Cérica.y si hablamos de centrodelanteros, déjenme que haga memoria. Por una cuestión de edad, el primero que me viene a la cabeza es Franzoni. Me acuerdo del loro Rojas, de Claudio Nigretti y sus cabezazos, surge Blanchart, aparece también un jovencísimo Denis, el temible Solchaga, y más acá en el tiempo, el oportunismo de Carlitos Delgado y la categoría de Daniel Cigogna. Pero Cérica tiene algo distinto: no se da por vencido nunca, y es vivo, muy vivo. Sabe jugar de espaldas al arco y pareciera que está por adivinar la intención del rival siempre. En la primera chance que tiene, la manda a guardar, ahí sobre los 15 minutos de la primera parte. Sin titubeos saca un remate imposible para el arquero. ¿Cuanto le debemos a él de la gran campaña que viene cumpliendo Talleres? Sus 7 goles en 11 partidos demuestran su valía.
Pero volvamos al partido. Vemos que Dudi maniobra con más soltura. Es muy inteligente cada vez que lo dejan pensar. Martens, el batallador y experimentado volante central, lo maltrata en una violenta acción y lo saca del campo. Ahí en el entretiempo, le dice al línea de ese costado “Mirame como me quedó la canilla”. “Con usted no hablo”, le dice el línea, un mocoso vestido de negro, que además se dirige en malos términos a D’ángelo. El Dt había iniciado el reclamo por la violencia de la acción que merecía expulsión.
En procura de una mejor visión, pedimos permiso para sumarnos a las cabinas de transmisión. Un colaborador local nos indica el camino, y nos perdemos en el intrincado laberinto que conduce a la parte superior de las cabinas. Luego de atravesar las escaleras, nos ubicamos junto a la gente de frecuencia albirroja. Conversamos con Nacho Rezusta y el pelado Finamore, el hombre que nos trae suerte. El equipo tiene un problema: no consiguen hacer funcionar la cámara que registró las imágenes del primer tiempo. Les cedo mi cámara y consiguen filmar el resto de la segunda mitad.
En la cabina tenemos una mejor visión, pero también hace más frío, y empieza a llover. No hay vidrios que nos protejan, y encima –si, encima de todo- el agua nos cae directo a nosotros. La lluvia viene de frente, pero no nos importa demasiado, porque dentro del prolijo field, Talleres juega mejor, y nos disponemos a seguir con atención la segunda parte. No es el Talleres de la semana pasada.
Vemos a Marcos Doracio que entra con todas las ganas, y no tarda en hacerse notar. Quizás debería sumar más minutos en cancha, demostrando que está a la altura de las circunstancias. Es habilidoso y tiene decisión: Cérica le da un pase en cortada y con la rapidez de un rayo se filtra entre los centrales y saca un terrible derechazo, alto e inatajable. Nos llenamos de satisfacción, y el gol que no podemos gritar, lo grita con alma y vida Finamore, al lado nuestro. Los fantasmas de Zárate se escapan tras el faraónico puente que está a nuestras espaldas, y marchan raudamente hacia la orilla opuesta del río, ahí donde nace el sur de Entre Ríos. Los locales tiran la toalla, y no aciertan un pase.
Saboreamos la victoria, cuando lo vemos en el minuto final del tiempo reglamentario a Trento correr increíblemente con el ímpetu de los primeros instantes, para sacarle con ingenio la pelota a un central local, y dársela a Cérica, que estaba ahí, como todo el partido, expectante. Ejecuta con frialdad un tiro bajo que es el tercer grito de la tarde, y el segundo de su cosecha personal. El gol es de Trento también, por su decisión para encarar al torpe hombre de celeste.
Ahora sí. El partido esta cerrado. Talleres se lleva los tres puntos hasta Escalada, y el retorno a lo más alto de la tabla de posiciones. Con la sonrisa dibujada,y llenos de alegría albirroja, nos volvemos a casa.
Pero esa es otra historia. La que importa la escribió Talleres, el justo ganador de la tarde de ayer. Por supuesto,como decíamos arriba, la historia la escriben los que ganan.
En las imágenes, aparecen Cérica y Doracio, en el festejo del segundo gol. Y Ariel Finamore e Ignacio Rezusta, saludando a la cámara de Gustavo Farías, quien nos cedió las imágenes.
1 comentario:
TREEEEEEEMENDA CRÓNICA DE UNA TARDE GLORIOSA, EN DONDE TALLERES REGRESA AL TRIUMFO EN ZARATE DESPUES DE LARGOS 32 AÑOS. GRACIAS CAPE POR UNA NOTA QUE CON EL CORRER DE LOS AÑOS SERÁ REVIVIDA POR CHICOS QUE HOY ESTAN NACIENDO Y POR LOS QUE, COMO VOS, TUVIMOS LA SUERTE DE ESTAR EN ESE LUGAR. GRACIAS POR LA MAGIA DE TUS LETRAS.
G.F.
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