I
“...La sensación persistente, que siempre había tenido frente a la vitrina de trofeos, era como si la nostalgia de la historia de nuestro Club se hiciera presente allí mismo, se concentrara en ese rincón. Aquel día no fue la excepción. Sentí que alguien me miraba fijamente desde algún lugar del hall. Me di vuelta buscando la presencia de ese alguien, no vi a nadie. Sólo estaba don Ángel Bossio desde el cuadro pintado al óleo por mi suegro de aquella gloria del fútbol argentino. Don Ángel fue el arquero apodado La Maravilla Elástica de la Selección Argentina en las Olimpiadas de Amsterdan, como así del Talleres y del River de la década de los años ´20. Él, en su típica pose en cuclillas, me sonreía desde el cuadro, y parecía que acariciaba, con más ternura aún, la pesada pelota de cuero Nº 5. Entonces, a través de uno de los ventanales, me llegó una sensación extraña, sentí la presencia inaudita de una sucesión de cambios infinitos que habían comenzado a darse a mi alrededor sin ningún preanuncio, como si esto pudiera ser posible, y que ingresaban por mis sentidos de una manera simultánea. Entonces vi la proyección de la declinación de la sombra de las tribunas mientras la luz del sol se retraía aceleradamente, se iba ahondando en un amarillo azulado profundo, cambiando las tonalidades del entorno, la luz parecía ir hacia atrás, hacia la madrugada, vi como al mismo tiempo se reconstituían, se renovaban los tablones de madera gastados y podridos del la tribuna local, y a la vez escuchaba el crepitar de la restauración, vi como las amarillentas agujas de los pinos, que dan a la pileta olímpica, reverdecían en medio del crudo invierno, me miré las manos y vi el progresivo rejuvenecimiento de las células de la piel que se renovaban por millones, vi como el óxido dejaba de apoderarse de la estructura de fierro del estadio, el metal retomaba su antiguo brillo de 1920 más o menos, escuche y vi como las agrietadas y yuxtapuestas capas de pintura de las paredes del Club iban retomando su vieja laxitud, y sus tonalidades, revivían su patina perdida, dentro de una multitud de cambios que iban produciéndose a mi alrededor. No podría contar toda la encadenación de cambios que sentí y vi porque no me alcanzaría el tiempo y el espacio de estas desordenadas líneas. En medio de aquella regeneración espontánea, estalló un ¡GOOOooooool! Voces de hinchadas estremecieron al lugar. Y con su eco lejano, que se acercaba y se volvía a alejar, llenaban el ambiente, liberaban expresiones de asombro, era un sostenido aliento de multitudes superpuestas que provenían tal vez de un pasado (hoy creo que era desde el futuro...). Épocas múltiples que me llegaban por lo diverso de aquel clamor futbolero, emociones gritadas hasta mis oídos que recorrieron asombrados aquel tiempo no vivido (“¿O por vivir?”, me pregunto ahora)...”
Jorge Suarez Armillei.
Fragmento del cuento ¿Volver al futuro IV? . Del libro Viaje al centro del Fútbol. Colección Libros Solidarios - Fundación PUPI- Editorial De los cuatro vientos . Año 2007.
“...La sensación persistente, que siempre había tenido frente a la vitrina de trofeos, era como si la nostalgia de la historia de nuestro Club se hiciera presente allí mismo, se concentrara en ese rincón. Aquel día no fue la excepción. Sentí que alguien me miraba fijamente desde algún lugar del hall. Me di vuelta buscando la presencia de ese alguien, no vi a nadie. Sólo estaba don Ángel Bossio desde el cuadro pintado al óleo por mi suegro de aquella gloria del fútbol argentino. Don Ángel fue el arquero apodado La Maravilla Elástica de la Selección Argentina en las Olimpiadas de Amsterdan, como así del Talleres y del River de la década de los años ´20. Él, en su típica pose en cuclillas, me sonreía desde el cuadro, y parecía que acariciaba, con más ternura aún, la pesada pelota de cuero Nº 5. Entonces, a través de uno de los ventanales, me llegó una sensación extraña, sentí la presencia inaudita de una sucesión de cambios infinitos que habían comenzado a darse a mi alrededor sin ningún preanuncio, como si esto pudiera ser posible, y que ingresaban por mis sentidos de una manera simultánea. Entonces vi la proyección de la declinación de la sombra de las tribunas mientras la luz del sol se retraía aceleradamente, se iba ahondando en un amarillo azulado profundo, cambiando las tonalidades del entorno, la luz parecía ir hacia atrás, hacia la madrugada, vi como al mismo tiempo se reconstituían, se renovaban los tablones de madera gastados y podridos del la tribuna local, y a la vez escuchaba el crepitar de la restauración, vi como las amarillentas agujas de los pinos, que dan a la pileta olímpica, reverdecían en medio del crudo invierno, me miré las manos y vi el progresivo rejuvenecimiento de las células de la piel que se renovaban por millones, vi como el óxido dejaba de apoderarse de la estructura de fierro del estadio, el metal retomaba su antiguo brillo de 1920 más o menos, escuche y vi como las agrietadas y yuxtapuestas capas de pintura de las paredes del Club iban retomando su vieja laxitud, y sus tonalidades, revivían su patina perdida, dentro de una multitud de cambios que iban produciéndose a mi alrededor. No podría contar toda la encadenación de cambios que sentí y vi porque no me alcanzaría el tiempo y el espacio de estas desordenadas líneas. En medio de aquella regeneración espontánea, estalló un ¡GOOOooooool! Voces de hinchadas estremecieron al lugar. Y con su eco lejano, que se acercaba y se volvía a alejar, llenaban el ambiente, liberaban expresiones de asombro, era un sostenido aliento de multitudes superpuestas que provenían tal vez de un pasado (hoy creo que era desde el futuro...). Épocas múltiples que me llegaban por lo diverso de aquel clamor futbolero, emociones gritadas hasta mis oídos que recorrieron asombrados aquel tiempo no vivido (“¿O por vivir?”, me pregunto ahora)...”
Jorge Suarez Armillei.
Fragmento del cuento ¿Volver al futuro IV? . Del libro Viaje al centro del Fútbol. Colección Libros Solidarios - Fundación PUPI- Editorial De los cuatro vientos . Año 2007.
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